martes, 14 de agosto de 2012

CINE - MYSTIC RIVER


                                       
                                                        TRAILER "MYSTIC RIVER"





                                                 



           Mystic River (2003)




Director:
Clint Eastwood
Escritores (WGA):
Brian Helgeland (guión)
Dennis Lehane (novela)

Cuando Jimmy Markum (Sean Penn), Dave Boyle (Tim Robbins) y Sean Devine (Kevin Bacon) eran niños que crecían juntos en un peligroso distrito de Boston pasaban los días jugando al béisbol en la calle, al igual que lo hacían muchos otros niños en el barrio obrero de East Buckingham donde vivían. No sucedía nada importante en su barrio. Hasta que Dave se vio obligado a tomar un rumbo que cambiaría las vidas de todos ellos para siempre. Veinticinco años más tarde, los tres se vuelven a encontrar por otro acontecimiento de gran trascendencia - el asesinato de la hija de 19 años de Jimmy. A Sean, que se ha hecho policía, le asignan el caso y junto a su compañero (Laurence Fishburne) recibe el encargo de desenredar este crimen aparentemente sin sentido. También tienen que estar muy pendientes de Jimmy, furioso por encontrar al asesino de su hija. Dave, relacionado con el crimen por una serie de circunstancias, se ve obligado a enfrentarse a los demonios de su propio pasado. Demonios que amenazan con destruir su matrimonio y cualquier esperanza que pueda tener para el futuro..



CRÍTICA por Mateo Sancho Cardiel

Ponerse delante del ordenador para escribir una crítica acerca de “Mystic River” es todo un ejercicio de humil-dad, puesto que hay que afrontar el hecho de que es sumamente ardua la tarea de ser fiel a las emociones que la película de Clint Eastwood suscita, a la intensa gama de senti-mientos que expresa. Uno tiene la sensación de que, aun sacando sus mejores armas literarias, no tiene la capacidad de hacer justicia a la película, porque no se puede transmitir con exactitud lo que hace de “Mystic River” una obra maestra. Ello sería sinónimo de analizar, desglosar en un proceso lógico el término genialidad, cuando es su cali-dad de don inexplicable, misterioso, único, divino donde en-cuentra su carácter extraordinario. Indescriptible, pero sin duda perceptible, tenemos la certeza de su existencia al ver “Mystic River”, pues es la mano mágica de su director lo que con-vierte esta película, sin contar con una historia apasionante, sin un ápice de originalidad, en una cinta de contundencia atronadora, en un pieza de arte puro.

Hay genialidad en el respeto con el que Eastwood ha sabido filmar el do-lor, que le ha llevado a plasmarlo con un relieve, con una cercanía que hiere también al espectador, con una esté-tica que nos imbuye en un mundo de pesimismo y fatalidad. Nos deja inde-fensos ante la narración que nos ofre-ce con una firmeza, con una lírica y un sabor de exquisita dureza. “Mystic River” posee la capacidad de captar unos ambientes que hablan por sí solos con el empleo clásico de la cámara, de la iluminación y de la fotografía y que empapan de intensidad todo lo que en ellos suceda. Eastwood se despoja de to-do avance técnico llamativo para componer, con vocación hermosa-mente realista, la radiografía de una tragedia tan atroz en su norma-lidad y su compatibilidad con nuestro mundo, que nos destroza. Porque nos habla de cómo un solo momento de una vida puede arruinarla para siempre. Nos plantea, sin adornos ni esperanzas, ni más ni menos que la incapacidad del ser humano para superar de-terminados reveses. Nos advierte de la existencia de un punto de inflexión que nos exige renunciar a nuestra esencia, a ser nosotros mismos, de nuestra vulnerabilidad a ser unos miserables irreversi-blemente.

 

 En este relato desesperado, des-corazonador, Eastwood, apoyado de manera vital por el magnífico, reflexivo y brutal guión de Brian Helgeland, mima tanto cada per-sonaje, lo moldea con tanta preci-sión, con tal matización, que el desarrollo de la historia queda su-peditado a la evolución humana, o quizá inhumana, de sus protago-nistas, y así, el convencionalismo de una rebuscada intriga criminal se convierte en un elegante, estili-zado y magistral drama de honduras psicológicas, filosóficas, en una poderosa y fascinante interacción del destino, el pasado, el en-gaño, la duda, la voluntad, el deber y el instinto. Así descubrimos cómo todos los comportamientos, hasta los más insanos, encuen-tran una explicación. Esos personajes se han convertido en seres reales, porque el trabajo de Eastwood parece haber ascendido de la calidad de arte a la categoría de vida. Y es que, a pesar de haber contado con un reparto repleto de nombres sobresalientes, queda contagiado por el virtuosismo del director y se mimetiza con sus personajes con extraordinario talento. Y así, “Mystic River” se in-crusta en nuestro cerebro más como una vivencia que como una expresión cinematográfica. Tan sólo roba al Séptimo Ar-te la licencia de ser, en su tremendo desgarro, enormemente bella.

 


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